A casi medio siglo de un viaje historico

En una nueva entrega, Nicanor González del Solar recuerda los orígenes del Seleccionado Nacional en la fase previa al histórico viaje a Sudáfrica en el que se convertirían en Los Pumas.

Hace 50 años, en 1964, nació el proyecto «Puma». Nadie soñaba con ese apelativo porque el Seleccionado Argentino de rugby estaba relacionado con otro animal: el «yaguareté», el felino de nuestra mesopotamia.

Sí, cincuenta años atrás se supo que Sudáfrica invitaría a un equipo nacional de nuestra patria a la tierra de los Springboks, representantes del mejor nivel del juego de tackles y scrums. ¿Cuándo se concretó esa utopía, ya que, hasta entonces, ninguna potencia había retribuido las giras que habían hecho a nuestra patria? En el Campeonato Sudamericano que se realizó en San Pablo, Brasil.

La Unión Argentina de Rugby, alrededor de 1963, ya tenía noticias de que los dirigentes de Africa del Sud querían «apadrinar» al modesto rugby sudamericano, especialmente al argentino. Tenían intenciones pero dudaban de nuestra capacidad para rendir satisfactoriamente en el rugby internacional. 

Necesitaban una prueba que les permitiera valorar nuestro nivel e imaginar que no fracasaríamos en una tournée por sus tierras. La «alternativa» (como sucede en las corridas de toro, cuando un novato tiene la oportunidad de enfrentar al poderoso animal por primera vez) llegó en Brasil, durante el certamen sudamericano. 

Los seleccionadores nominaron a jugadores que en, en su mayoría, representaban a los dos mejores clubes de Buenos Aires: CASI y Belgrano. Los sanisidrenses éramos líderes en ese año 1964 (ganamos, invictos, el certamen de Primera) y los de camiseta marrón habían triunfado en 1963. En total, hubo 12 hombres del Atlético San Isidro y de Belgrano Athletic en esa delegación que se presentó en San Pablo. Con ellos viajaron Otaño y Schmidt (Pucará), Da Milano (Olivos), Dartiguelongue (San Martín), Goti (CUBA), Scharenberg (Pueyrredón), Contepomi (Newman, el papá de Felipe y Manuel) y un solo representante de las Uniones del interior: el cordobés Raúl Loyola.

Si bien los argentinos éramos candidatos para ganar el Sudamericano, nos habían asustado con el equipo brasileño. ¿Por qué, si en los ´60, esa nación casi no tenía rugby? Porque el presidente de su Unión, el señor Busch, poderoso industrial de origen argentino, había convocado a varios extranjeros que trabajaban en su empresa. Decían que contaría con un ex All Black, varios ingleses de primer nivel y, sobre todo, representarían a Brasil sus tres hijos, ex jugadores de All Georgians, que habían estado pupilos en el colegio San Jorge y, egresados, representaron al club de Quilmes.

Todo resultó una futesa porque los foráneos eran rugbiers viejos y, salvo los hermanos Busch, no tenían jerarquía para batirnos. Vencimos a los seudo brasileños 30-5 (el try valía 3 puntos), como también superamos sin inconvenientes a Uruguay (25-6) y a Chile (30-8). Tal cual se esperaba, nos consagramos Campeones Sudamericanos. Sin embargo, la algarabía no la dio ese éxito en el rugby de América del Sur. Todavía faltaba lo mejor: la visita de uno de los hombres más poderosos del rugby mundial.

Se llamaba Danie Craven y era el Presidente de la Unión de Rugby de Sudáfrica. Después de visitar la Argentina se trasladó a San Pablo. Nos vio jugar y nos confirmó que, en 1965, viajaríamos a su patria y disputaríamos una serie de partidos, en una gira de… ¡dos meses! Afirmó algo más, sorprendente para nosotros: «En Sudáfrica, ustedes ganarán más partidos de los que imaginan». La afirmación nos pareció absurda porque habíamos visto, en 1959, las destrezas y el poderío físico de los Junior Springboks que habían visitado nuestra patria.

La UAR (Unión Argentina de Rugby) aceptó el desafío y, en la segunda mitad de 1964, designaron a Alberto Camardon y Angel Guastella para que eligieran al plantel y lo entrenaran durante varios meses. Así fue que, en pleno verano, los elegidos practicamos todos los días, algo inusual en esos años. 

Los técnicos reunieron hombres de dos vertientes: 10 proveníamos del Campeonato Sudamericano. Otros se habían destacado en Salta y Tucumán, donde un diferente plantel de la UAR ganó el Campeonato Argentino. A esta base se sumaron tres rosarinos (Imhoff, España y Benzi) más uno que -durante 1964- casi no había jugado: Arturo Rodríguez Jurado, crack con mayúsculas que, por suerte, integró el grupo que viajó a Sudáfrica en 1965.

Éramos los «Pre Pumas», que lucíamos al jaguareté en el escudo de nuestra camiseta y en el saco del uniforme. Ya en Sudáfrica, gracias al «bautismo» de un periodista local, el animal de las selvas de Misiones se transformó en un «PUMA». Fue entonces cuando comenzó otra historia para el rugby argentino.