Irlanda y Escocia en el recuerdo

Antes de la visita de escoceses e irlandeses para enfrentar a Los Pumas, Nicanor González del Solar recuerda algunos de los aspectos históricos más sobresalientes del historial ante ambos seleccionados.

Ingrese aqui para ver la nota completa (PARTE I).

SOBRE IRLANDESES Y ESCOCESES (Parte II)

Conocí Escocia en 1963, cuando hicimos la primera gira a la Gran Bretaña con mi club, el Atlético de San Isidro. No era la primera institución del rugby que viajaba para competir en Europa. Deportiva Francesa lo hizo dos veces antes, pero se presentó en el Continente. CASI dio un paso más: organizó el tour, preferentemente, para jugar en las islas donde nació el rugby organizado: Inglaterra, Gales, Irlanda y Escocia.

Nuestro principal enemigo no fue un equipo de habla inglesa, sino el cruel invierno que nos castigó con su rigor y, en varios casos, nos impidió cumplir con nuestro programa de partidos. Muchas canchas estaban cubiertas de nieve y era imposible correr sobre ellas.

Así pasó en el Norte de Escocia, en un pueblito ignoto para nosotros, que estaba a la misma latitud que Finlandia: Kelso. Hasta allá fuimos con la ilusión de vestir nuestra camiseta blanca y negra en una cancha de esa etnia, una de las más antiguas del rugby. Pero no se pudo, pues el campo de juego no soportaba más de un metro de nieve y hielo.

Sin embargo, Kelso nos dejó una de las imágenes más simpáticas de nuestra excursión a la antigua Escocia: cuando llegamos al hotel, fuimos recibidos en la puerta, a la intemperie, por un gaitero que, sin preocuparse por los 10° bajo cero, vestía un kilt y soplaba su instrumento, impertérrito ante la inclemencia temporal.

Por suerte, a pesar de la frustración en esa polar localidad, todavía faltaba lo mejor: bajamos hasta Edimburgo y el impacto se grabó para siempre. La ciudad me deslumbró, tanto por la belleza de su calle principal -la «Princess Street»- como por la bonhomía de sus ciudadanos. Con su peculiar pronunciación nos brindaban afecto y se sorprendían al saber que llegábamos desde la remota Argentina, al sur de América, una tierra tan exótica para ellos como lo eran los escoceses para nosotros.

La admiración se duplicó cuando visitamos el mítico estadio Murrrayfield, el día que enfrentaron a los ingleses en la edición 1963 del «Torneo de las Cinco Naciones» (No me equivoqué: Sí, en esos tiempos eran cinco). Nevaba, había poca visibilidad y, sin embargo, nadie se mostraba contrariado. ¿La cancha estaba en condiciones? Sí porque -¡Oh maravilla!!!- bajo el césped había calefacción que, por su temperatura, derretía la nieve y el hielo.

Todavía Edimburgo nos reservaba otra alegría: Al día a siguiente del choque entre ingleses y escoceses, pudimos jugar nosotros, los de San Isidro, en el mismísimo Murrayfield. Fue la concreción de un sueño muy aguardado.

En distintas décadas, pude visitar las Highlands escocesas varias veces más y siempre sumé experiencias, respeto y afecto hacia esos hombres de una raza antiquísima. De todas las anécdotas elijo dos: no recuerdo bien si fue en 1999 o en 2001 (en ambas ocasiones Los Pumas jugaron contra Escocia, en Edimburgo, y ganaron en los dos test-matches), cuando tenía un dolor de muelas y necesité un odontólogo. El manager del equipo argentino, gentilmente, organizó todo para que fuéramos el «Turco» Jorge -wing de Pucará y del seleccionado argentino- y yo al gabinete del dentista. Cuando conocimos al profesional quedamos estupefactos: ¡Medía dos metros de altura, era corpulento y, además, vestía un kilt! Pero lo juzgamos mal: era un magnífico odontólogo y nos contó que había jugado por su país en varias ocasiones, pero que se había retirado para dedicarse a su trabajo.

En el mismo viaje de los ´90, Hugo Porta había sido invitado a una charla, donde estaría un internacional escocés, un dirigente, un referí y el capitán de Los Pumas. Hugo se borró y me pidió que lo reemplazara. Juro que, a pesar de las «rrrrr» de los disertantes, entendí bastante lo que hablaron. Fue la primera vez que, en esos años, adelantaban la llegada del rugby profesional.

Lo mejor fue que, al final, me regalaron dos botellas de una bebida que, para mí, resultaba desconocida: era un licor de whisky añejo que, según me dijeron después, costaba una fortuna. Le regalé ese «néctar» de whisky a mi suegro y quedó agradecido hasta ahora.

Sí, ya sé: me fui por las ramas. Resulta que, hasta ahora, argentinos y escoceses se enfrentaron en 16 oportunidades. Nuestros Pumas ganaron 10 cotejos y los hombres de la camiseta con el cardo lo hicieron en 6 oportunidades. Nuevamente chocarán en una cancha de rugby -allá en «El impenetrable»- en esta temporada 2014.

Los visitantes estarán en tránsito hacia Sudáfrica donde también disputarán un par de test-matches. Para los argentinos es una parada difícil, porque nos representará un nuevo plantel, que sólo adquirirá experiencias ante Irlanda, las dos semanas previas al duelo contra Escocia. Si bien importan los resultados, el objetivo apunta a más adelante: el Mundial del año próximo, donde escoceses y argentinos procurarán ser importantes protagonistas. Hasta 2015, valga este partido donde se enfrentarán dos grupos humanos diferentes pero, asimismo, parecidos.

Por Nicanor González del Solar